LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA Y SU FORMACIÓN EN LA IDENTIDAD LATINA.

Marianne Castillo García.

Estudiante de la carrera de Ciencias de la Comunicación.

UVM Campus Querétaro.

“Masquerade!
Paper faces on parade.
Masquerade!
Hide your face, so the world will never find you!”
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Fantasma de la Opera, Acto II

Tengo una confesión que hacer; quizás no es confesión alguna, sino la esperada reacción ante alguien cuya intelectualidad supera nuestra comprensión de una realidad que se supone debemos de tener -como cronológicamente se merece, y sin afán de hacer un pleonasmo- muy en nuestro presente. Desgraciadamente, quizás todos-opinión personal- nos hemos acostumbrado a una realidad estática, olvidando el escocer de nuestras rodillas destrozadas sobre una superficie que es nuestro México abierto, sangrante de su interior,  “rajado”, pero siempre macho, tapándose la herida con la tela suelta de su venda ocular, encerrándose y aislándose en su propio dolor. Tal fue como Octavio Paz en el Laberinto de la Soledad le denominó al hacer referencia y paralelo a la figura femenina mexicana diciendo “Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su «rajada», herida que jamás cicatriza” (Laberinto dela Soledad, Pag.14).

Sea así  entonces como diga el secreto recién revelado al leer las palabras de este escritor, cargadas de una fuerza que impacta incluso al más fuerte: He de confesar que me encuentro en una posición donde, si tomó cada vuelta dada en aquel laberinto, llegué a la conclusión que en verdad me siento en aquella soledad mencionada; y de ahí, después de las horas usadas para poder llegar a comprender si quiera una fracción de un hombre quién en verdad busca la salida,- que es realmente la respuesta a una identidad perdida- lo que en un principio me pareció una pregunta absurda, súbitamente se convirtió en una epifanía cuyo llanto tocó la siempre fiel oscuridad del silencio: ¿Quién es realmente el mexicano? Y, aún mucho más alarmante, ¿Soy en verdad una mexicana?

Inclusive al leer nuevamente esas preguntas, aun la mera idea me parece algo vana como para si quiera intentar contestarla. Es más, para si quiera darle significado alguno. En primera instancia, uno- si es que verdaderamente se toma la molestia de reflexionar- como reacción natural diría “¡Pero claro, qué pregunta! Soy mexicano porque he nacido en tierra mexicana. Soy mexicano porque la sangre de mis antepasados compatriotas corre por mis venas”; o al menos es una idea de reacción que vino a mi mente. Por ejemplo, en lo personal, siempre que me he sentido en verdad mexicana, es cuando veo todo lo precioso de nuestro país, desde sus deliciosos manjares culinarios,- y como no sentirse mexicano mientras el pozole te pica el paladar de aquella manera tan peculiar-nuestras danzas, nuestros paisajes, nuestra hospitalidad típica y exclusiva del mexicano. Hablando con mi padre acerca de que era lo que Octavio Paz nos intentaba transmitir en su serie de ensayos- Los mexicanos han sufrido una repulsa menos violenta, pero lejos de intentar una problemática adaptación a los modelos ambientes, afirman sus di-ferencias, las subrayan, procuran hacerlas notables” (Laberinto de la Soledad, Pag.7)- tan complejas sus palabras que ciertamente me estaba costando mucho trabajo poder atrapar una idea tan escurridiza, mi padre me mencionó algo que, aunque probablemente ya lo había escuchada muchas veces en el pasado, en la búsqueda de una resolución vi la idea en una luz completamente diferente. Lo que me dijo no fue nada poético, quizás ni siquiera un pensamiento profundo y complejo. Fue, a secas, una realidad: Es difícil decir que el mexicano es mexicano desde un origen común. No somos ni aztecas, ni españoles, ni franceses. Somos una mezcla de todo eso. Somos más acertadamente un desorden de razas, y si esa es la verdad, ni tú ni yo somos mexicanos de sangre.

Y fue entonces en donde empecé a  entender lo que en un principio me recordaba más a la idea de Nietzsche sobre la inexistencia de un mundo estático. Me refiero a que, al leer el Laberinto de la Soledad me sentí como arrojada en una montaña rusa, donde había puntos en los que sentía que toda turbulencia en mi interior había pasado y de repente era despegada de la tierra con cierta brutalidad. Pero a pesar de las muchas trabas con las que me encontré, y eso sin afirmar que realmente comprendí al cien por cierto, la idea “…la máscara del viejo es la historia de unas facciones amorfas, que un día emergieron confusas, extraídas en vilo por una mirada absorta. Por virtud de esa mirada las facciones se hicieron rostro y, más tarde, máscara, significación, historia.” (Laberinto de la Soledad. Pag.5)  y muchas otras más tomaron sentido. Lo que me había parecido un insulto y generalización injusta al mexicano, aclamando que vivimos en un festival de máscaras,-razón de mi primera frase del ensayo- terminó por ser solo la verdad; y he aquí como creo que la filosofía afecto nuestro devenir latinoamericano.

Samuel Ramos, en su obra “El Perfil del Hombre Y La Cultura En México”, nos dice que “No se puede negar que el interés por la cultura extranjera ha tenido para muchos mexicanos el sentido de una fuga espiritual de su propia tierra. La cultura es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla” (La “Auto denigración”). Al leer las ideas de Octavio Paz, no me entraba en la cabeza por qué decir “…en todas las plazas de México celebramos la Fiesta del Grito; y una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año.” (Laberinto de la Soledad. Pag.22) ¿Qué es lo que pretendía darnos a entender? Nuevamente, quizás le debo al comentario de mi padre mi propia comprensión, y con eso, asiento cuando se dice que nos “enfrentamos” al mundo portando máscaras. Máscaras que no son ni siquiera hechas con nuestras propias manos, sino que fueron moldeadas haciendo uso de los materiales de otros; materiales que suponían dar identidad, sí, pero ¿A quién exactamente?

Más pobres aún son nuestros instrumentos intelectuales. Hemos pensado muy poco por cuenta propia; todo o casi todo lo hemos visto y aprehendido en Europa y los Estados Unidos. (Laberinto de la Soledad. Pag.87). Samuel Ramos le denominó “La Imitación”.

Para todo aquel que haya leído “Los Miserables”, notará que la historia no trata simplemente de una Revolución, donde un grupo de inconformes deseaban restaurar un sistema para poder encontrar así un equilibrio entre las clases, y finalmente, liberarse. No, “Los Miserables” es una tan bella novela sobre la historia de almas atrapadas en una subordinación cultural. Sobre todo, esta obra es el claro ejemplo de la importancia de la filosofía en una sociedad. Y sí, hago una crítica a todo aquel hombre y mujer por iguales, que se atrevan a expresar que la filosofía es tan solo una gran pérdida de tiempo. Bien pues, la filosofía, no solo en Latinoamérica, si no en el mundo entero, ha sido el impulso al cambio de las PARTICULARES situaciones de cada civilización, dando las herramientas necesarias para mejorar lo que inconforma; para encontrar una identidad en una realidad impuesta. Tal es el caso de Enjorlas, el intelectual que toma mando de las masas y varios otros pensadores,  gritando a los vientos sobre una Francia diferente, donde incluso en tiempos de guerra, la causa más pura dará lugar al sentimiento más puro, que es por supuesto el amor, representado a través de Jean Valjean, Marius, Eponine y Cossette, almas solitarias que se encuentran entre la soledad, en busca de la esperanza. Entonces, ¿Cuál es nuestra propia obra “Los Miserables?

Y he aquí el problema de la historia de México. Si bien la filosofía puede liberar naciones enteras, en México, no hizo si no incitar movimientos a ciegas entre un grupo de personas cuya identidad no estaba definida. Y entonces la palabra “Chingada” es quizás nuestra verdadera raíz. Porque, querámoslo o no, somos hijos del producto de una cultura sometida a la violación. Y hay que admitirlo, lo que nos duele más que la violación a manos de los españoles, fue el sometimiento de nuestros “antepasados” a dicho desgarré. Nos convertimos, efectivamente, en los “chingados”. Un efecto que hoy en día nos duele, nos duele al punto de que entramos en una competencia contra nuestros semejantes solitarios: Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. (Laberinto de la Soledad. Pag. 36).

Es curioso, que inclusive antes de saber lo que hoy conozco, cuando me enseñaron el nacimiento histórico de la Constitución, lo primero que vino a mi mente fue una realización relacionada con nuestra actualidad: Bueno, he ahí la explicación de muchos de nuestros defectos como sociedad. ¿Cómo esperaban lograr un cambio, si para eso, en vez de tomar acciones da acorde a nuestra realidad- como dice Ortega y Gasset en cuanto  al conocimiento de la verdad- tomaron una ideología construida del pensamiento norteamericano? “Los emancipadores latinoamericanos deseosos de cambiar la mentalidad colonial e incorporar a sus pueblos a la modernidad, hicieron suyos pensamientos de otros pueblos que lucharon y alcanzaron su independencia.” Dice Juan Bautista Alberdi de acuerdo a su pensamiento de “La dependencia” en Latinoamérica. Entonces empezamos a comprender- en mi caso- al mexicano. Y digo en mi caso puesto que yo no se cuál pueda ser la perspectiva de otro latinoamericano que no sea el que yo veo a día con día: el mexicano huérfano. Y entonces, valer mi mexicanidad bajo la historia y cultura de nuestro país me pareciera solo una excusa para ignorar el hecho de que, inclusive hoy en día, cuando hablamos de la época colonial, de la Independencia, y de la Revolución, nos sentimos desamparados ante la tragedia concurrente, y no nos queda más que ponernos una máscara que emite la comedia de todos los hechos. Es tan trágica la obviedad de nuestra ignorancia, que nos reímos de la misma; reímos de nuestra inocencia al creer que al seguir las instrucciones de diferentes maestros- de todas aquellas ideologías filosóficas europeas y norteamericanas- encontraríamos repentinamente un orden en nuestro alrededor.

Entonces me permito contestar mi duda: ¿Soy una mexicana? Definitivamente. Podría dar la misma respuesta que puse de ejemplo. Pero, creo que en realidad solo soy una mexicana a secas. Sin mayor profundidad que la palabra dicta. Y no es que me vaya con la finta de que soy una mezcla de diferentes razas- literalmente-, y por lo tal no creo que en verdad sea una mexicana pura. Realmente no creo que esto tenga que ver mucho con ser un mexicano. Por tal razón, una de las ideas que expuso Octavio Paz me causó algo de controversia. A pesar de todo, decía que el Norteamericano no portaba máscara alguna como nosotros -¿Quizás no entendí su punto?-. Eso era lo que me molestaba. Si nuestra ceguera se debe a que somos hijos de una violación de diferentes culturas, ¿San Francisco, California, con su historia de la llegada de miles de diferentes culturas,  no sería un ejemplo claro de una ciudad Norteamericana con identidad pérdida? Ni que decir de Nueva York, dónde al caminar por sus calles, me han dicho, probablemente lo que menos te vayas a topar con sea un neoyorkino. Quizás la contrarréplica a esto sería que ninguna de estas dos bellas ciudades-a mi parecer- fueron salvajemente usurpadas. No, en realidad en Estados Unidos  no hay una violación presente del pasado histórico, considerando que sus habitantes fueron eliminados deliberadamente, pero eso no quiere decir que hoy en día los norteamericanos, no ni siquiera solo ellos, el mundo entero no sea una gran máscara de falta de identidad individual. ¿No es eso la globalización? ¿Hacernos uno igual, expulsando al diferente? En verdad, la única diferencia que veo entre ambas “entregas” territoriales, y en donde creo que fue la gota que derramó el vaso, fueron quienes violaron cada tierra. A nosotros, desgraciadamente, nos desgarraron un grupo de bárbaros-prisioneros, piratas, incultos- españoles. ¡Bien fuera que nuestros conquistadores hubiesen sido en realidad lo que veíamos! Estos, como se puede observar, no tenían plan alguno de implementar en nosotros las herramientas para acrecentar nuestro filosofar, como fue en otros lados, un proceso meramente natural del humano. No planeaban darnos una identidad, por lo cual nuestros antepasados se aferraron a la única esperanza de salvación que si nos arrojaron: El catolicismo.

Nuevamente mi pregunta: ¿Soy una mexicana?  Daré finalmente respuesta, y por consecuente, conclusión, haciendo uso de otra pregunta. ¿La rosa es en realidad una rosa si se le da otro nombre? Para quien haya leído “Romeo y Julieta”, recordarán que esta misma pregunta se hace Julieta cuando intenta justificarse a sí misma su amor hacia Romeo. Ella se contesta diciendo: La rosa no perderá su perfume si se le da otro nombre que no sea el de una rosa.

Por lo tanto, el ser mexicano no se justifica nada más por la palabra. Para ser mexicano, hemos de ganarnos el título de tal. “Si nos arrancamos esas máscaras, si nos abrimos, si, en fin, nos afrontamos, empezaremos a vivir y pensar de verdad. Nos aguardan una desnudez y un desamparo. Allí, en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios.” (Laberinto de la Soledad. Pag. 85)

Para liberarnos no basta con copiar las verdades de otros. Es crear nuestra propia verdad de acuerdo a nuestra propia mentira: “…el pensamiento debe unirse a la acción para eliminar toda manifestación de dependencia y lograr la auténtica libertad” (Filosofía de la liberación) Será aceptar nuestros fantasmas, pero no solo por el hecho de aceptarlos. Será aprender de sus horrores y convertirlas en las herramientas que harán de nosotros un “Súper Hombre”. Cómo José Vasconcelos suponía “…la necesidad de reivindicar nuestra raza orgullosa de su influencia latinoamericana, libre y distinta del estereotipo occidental.

Es, quitarnos nuestra máscara vana, vernos al espejo, y encontrar nuestra verdadera esencia.

Referencias Bibliográficas

I.        Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. México: Esfinge 2001

Fuentes Electrónicas

    II.        (Pag.Web) Metroblog, E. (26 de Abril del 2010) “El Perfil Del Hombre y la Cultura en México” de Samuel Ramos. Obtenida el 13 de Mayo del 2012, de http://emywitch13.metroblog.com/resumen_general

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